miércoles, 19 de diciembre de 2012

VINTAGE, RETRO, ANTIQUE



Visto que el vintage está de moda, todo el mundo parece tener una idea más o menos clara de a qué hace alusión el término; con el inevitable matiz de lo que a unos les parece un elemento encantador del pasado, para otros es una antigualla o incluso un trasto viejo, rescatado de la basura o, en el mejor de los casos, del Rastro, y cuya supervivencia constituye casi un insulto para el progreso. La confusión irrumpe, sin embargo, en el escenario cuando nos topamos con otros términos como retro o antique. ¿Acaso no bastaba con el dichoso vintage? Como en todo, el conocimiento aporta y exige el matiz. Visto desde fuera, un lego no establecerá apenas diferencias entre un objeto de principios del siglo XIX y otro de los años 40 del siglo pasado a la hora de catalogarlos a ambos. Pero, para el connaisseur, la différence s'impose. Y ello exige una terminología más adecuada, una denominación que establezca límites, indicando lo que está dentro y lo que queda fuera (con la consiguiente repercusión en el negocio, cuando lo hay). Surge entonces la distinción entre vintage, retro y antique. Una distinción acerca de la cual ni los propios expertos consiguen ponerse de acuerdo, aunque una convención más o menos aceptada determine que antique hace referencia a cualquier objeto con más de 100 años de antigüedad; vintage, a aquéllos con menos de 100 años, pero más de 20 (por lo que la etiqueta engloba los producidos hasta los años 80). Por último, retro identifica todo cuanto tenga que ver con el pasado, aunque limitado a las copias realizadas en la actualidad, no a los productos originales (que serán calificados de vintage o antique en función de su antigüedad). Esta taxonomía sigue suscitando controversia, ya que, para muchos -entre los que me cuento-, vintage debería designar únicamente el periodo comprendido entre 1914 (verdadero inicio del siglo XX) y finales de los años 40; periodo que constituye la Era Dorada del vestir, la elegancia y el diseño (en otras palabras, el punto álgido de la cultura moderna occidental).
Las fronteras móviles que plantea la clasificación más o menos oficial, basadas en el número de años transcurridos hacia atrás desde el presente, tienen el inconveniente de ser excesivamente laxas; así, a medida que pase el tiempo, una prenda fabricada en 1930 dejará de ser vintage para devenir en antique. Lo cual redunda en detrimento del carácter particular y único de esas casi tres décadas de esplendor que he mencionado (y cuyos límites no tienen nada de arbitrario). Cuando expongo este punto de vista, siempre hay quien pregunta en qué categoría encajan entonces los 50, los 60 and so on. Al margen de que no existen décadas puras, en lo que a estilo y diseño se refiere, prefiero hablar de moda de los 50, moda de los 60, los 70 o los 80, pues cada una ofrece sus particularidades (sin merecer, empero, colocarse al abrigo de la etiqueta vintage). A partir de esta última, desde los 90, hemos caído en un eclecticismo indefinido, un todo vale que parece ser la marca del siglo XXI (por lo menos, de la década escasa que ya hemos vivido).




De modo que toda esta larga disquisición no sólo busca aclarar en qué consiste cada uno de los términos, sino que debería dejar claro a mis lectores que cuando hable de vintage, sólo me referiré a todo cuanto tenga que ver con ese momento espléndido que se inicia con el estallido de la Iera Guerra Mundial y se cierra con la relativa austeridad de la década de los 40. Con la salvedad quizás de aquellos objetos producidos posteriormente, pero que remedan con gusto el estilo de la Golden Era. Por lo menos hasta finales de los 70, cuando la calidad dejó de ser una prioridad insoslayable. Mi criterio se funda en una unidad de motivos estéticos (estilo, elegancia, funcionalidad), apoyados en aspectos políticos (procesos de liberación de la mujer -gracias en gran medida a ambas guerras-, caída de los imperios, crisis de la democracia), de producción (momento álgido de la industrialización, la expansión comercial y la publicidad) y de medios de difusión (revistas y, muy particularmente, el cine).

Y si las dudas persisten, no tenéis más que escribirme.


"I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."

MÚSICA PARA REGRESAR A BRIDESHEAD I


Aunque, por lo general, en esta página la música tendrá que ver con la serie y con la época, hay composiciones, como el Jerusalem Hymn, que podéis escuchar pulsando en el enlace en la parte derecha de la portada, o el Spem in Aliun de Thomas Tallis que forman parte de la banda sonora intemporal de aquéllas. 




"I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."

jueves, 13 de diciembre de 2012

TRAVELLING AROUND THE WORLD II (circa 1930)


Y del Londres anterior a la crisis del 29, nos vamos de garbeo a otra de las ciudades emblemáticas del periodo de entreguerras: Berlín a finales de los años 20. Una época febril en que la capital de Alemania ofrecía el "penchant" expresionista y extremo del vanguardismo parisién, con sus cabarets canallas, sus artistas tormentosos y atormentados empeñados en una coyunda salvaje entre Eros y Thanatos y su forcejeo, entre nubes de opio y cocaína y en medio del frenesí y la ambigüedad sexuales, con los límites de la moral y la salud pública, en un contexto de decadencia y crisis que acabaría arrojando al país entero en los brazos del loco Adolf, con el resultado que ya sabemos. 
Pero en 1929, los negros nubarrones apenas si habían empezado a vislumbrarse... 





"I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."

TRAVELLING AROUND THE WORLD I (circa 1930)


Es hora de salir de viaje en la máquina del tiempo. Destino: Londres (como no podía ser menos) en 1927:








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LOS LÍMITES DEL ART DECO I

La guerra (hablamos de la IIGM) tuvo la no sé si llamarla virtud de poner fin a las diferencias dialécticas entre la cultura elitista y la cultura popular, unidas hasta entonces por una constante tensión basada en la mutua atracción y el mutuo rechazo, para dar lugar a una progresivamente uniformizada cultura de masas que ha terminado sumiéndolo todo en mal gusto generalizado y al alcance, eso sí, de todos los bolsillos. Pero, antes de que estallara el conflicto, una extravagancia acorde con los tiempos (bajo la triple influencia del Futurismo, del gusto por la experimentación y de la atracción por el exceso de nuevos ricos y gángsters) había empezado a hacer furor y contrastaba con la pureza de líneas del Art Déco, distorsionando sus rectilíneos y geométricos principios y dinamitando su característica contención. 
Valgan como ejemplo estos modelos de coches, la mayoría de los cuales no pasaron del estadio de prototipo, o de los que apenas si se produjeron un puñado de unidades.
 

 

















 Aunque volveremos, más adelante, al tema del diseño de coches de época (muy superiores, en estilo y elegancia, cuando no en mecánica y potencia, a nada que se haya hecho desde entonces), y en particular a esta clase de "rarezas", aquí dejo un enlace relacionado con el asunto:

http://www.eamusing.com/2011/03/04/amusing-creative-cars/?utm_source=wahoha.com&utm_medium=referral&utm_campaign=wahoha
 
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miércoles, 21 de noviembre de 2012

RETORNO A BRIDESHEAD




Creo que a estas alturas está claro que me apasiona todo lo relacionado con las primeras décadas del siglo XX (mi otra gran pasión es el siglo XVIII). Tanto, de hecho, que tengo la sospecha de haber nacido a destiempo. La idea de abrir este blog está directamente relacionada con la necesidad de crear un espacio en el que expresar mi homenaje y mi admiración por esa época. Pero, sobre todo, con la serie Brideshead Revisited (y el libro, que leí después), catalizador original de este deseo por conocer y recrear el pasado. He perdido la cuenta de las veces que habré visto la serie, un capítulo tras otro o salteados; la infinidad de ocasiones en que pulsé la tecla de pausa para recrearme en un detalle o que vi una escena en bucle hasta casi quemar la cinta y el aparato reproductor . En mi opinión, sigue siendo la mejor serie de televisión que se haya rodado jamás. La encuentro perfecta, una de las pocas cosas que llevaría conmigo a una isla desierta, a pesar de los años transcurridos y de la aparición de nuevos productos de tanta calidad como Boardwalk Empire (Downton Abbey o Mad Men, aun siendo muy buenas y gozosas no alcanzan el nivel de las otras dos). Sus personajes y la historia en sí forman parte de mi educación, general y sentimental, de mi sensibilidad y de mi sentido del gusto (y la nostalgia), en un momento en que la elegancia en el vestir y en el trato empezaban a perder todo valor, a quedar arrinconados en el baúl de los recuerdos. De no haber padecido su influjo indeleble durante mi adolescencia, es muy probable que mi obsesión se habría desarrollado por otros derroteros (aspecto éste que tengo intención de desarrollar en otra entrada). Por todo ello, le estoy infinitamente agradecido a Evelyn Waugh, pero también a sus personajes, y a los actores que los encarnaron ante las cámaras y a los directores y productores que asumieron el reto de convertir un libro magnífico y profundo en una maravillosa e indispensable serie. El resultado de sus esfuerzos me ha ayudado, en numerosas ocasiones en que me he sentido abatido, vencido, a levantar la cabeza y creer que había cosas que seguían mereciendo la pena. Y es que, mientras el mundo arde, resulta esencial que intentemos mantener a resguardo la frágil llama de la belleza. 
 
   
 
"I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."

ROPA DEL AYER RECIÉN HORNEADA


Una página curiosa dedicada a la confección y venta de reproducciones actuales de ropa y accesorios de los años 30 y 40. Para gente sin complejos y con amor hacia esa época y sus productos.
 http://puttin-on-the-ritz.net/
 


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lunes, 19 de noviembre de 2012

CLUB SOCIAL PARA DANDIS NOSTÁLGICOS




Nadie duda de que los amantes del vintage puro, sin adulterar, ajeno a los guiños de la moda actual, somos gente rara. Cuatro gatos, desperdigados por el mundo (ah, cómo envidio a mis pares anglosajones, por su desenfadada costumbre de no ceder al chantaje del qué dirán; su firme compromiso con algo que, para muchos, no pasa de ser un mero hobby y, sobre todo, por su capacidad para reconocerse y organizarse). Resulta esencial localizarse, establecer lazos y vincularse los unos a los otros de algún modo. De ahí la importancia de poder contar con un buen club social, aunque sea en algún vericueto perdido de la red de redes. Este de aquí, el New Sheridan Club (http://newsheridanclub.co.uk/) rescata el espíritu de los viejos clubs, con una mezcla de nostalgia y humor. Los precios de inscripción, que varían a la baja según sea que vivas en Londres, en el Reino Unido u overseas (como es mi caso) resultan ridículos de puro asequibles. Aquí, en Club Brideshead, tenemos intención de hacer algo parecido. Pero necesitamos tiempo y también la certeza de que hay gente por ahí dispuesta a participar y a engrosar sus filas. Entretanto, el New Sheridan Club es una fantástica opción (en mi caso, tengo incluso pensado enviar el formulario rellenado a mano y enviarlo por correo postal), para mantener vivo el espíritu, desarrollar cierto sentido de pertenencia y comprobar que no estamos solos en nuestra locura


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miércoles, 14 de noviembre de 2012

ESCAPARATES DE AYER... HOY


 


 
 this pic was found here
 
No se trata de caer en el tópico de que toda época pasada fue mejor -entre otras cosas, porque por mucho que insistan los apocalípticos, no es verdad-, pero sí en reinvidicar diseños y formas desechados que, a mi juicio, resultaban cuando menos mucho más estéticos que los actuales. Cierto que el diseño de hoy no me interesa lo más mínimo; como también lo es que hay inventiva y diversión en recrear el pasado. Vean sino:
 
 





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martes, 13 de noviembre de 2012


 
 
 
Los años 30 son, sin ningún lugar a dudas, uno de los periodos más fecundos, desde el punto de vista de la innovación y la creatividad. Sin duda tuvo que ver con ello el que el mundo se estuviera recuperando de una guerra devastadora seguida de una crisis económica no menos terrible. Algunos de los efectos de la conflagración bélica que había asolado Europa fueron el salto definitivo de la mujer a la esfera pública, especialmente bajo la forma de trabajo fuera de casa, y la industrialización a ultranza. Un modo de vida urbano y cosmopolita se impuso definitivamente al universo agrario tradicional. El diseño aportó claridad, esbeltez y líneas rectas, así como una mayor austeridad, unida a un concepto más refinado del lujo. Se estilizan los cuerpos y con ellos la ropa, procurando una imagen de mayor control y cuidado de sí. El auge del deporte atestigua este cambio profundo que se manifiesta fundamentalmente en la superficie de las cosas, siguiendo la enigmática y hermosa frase del poeta Paul Valéry: Ce qu'il y a de plus profond en l'homme, c'est la peau. Un mundo espléndido y vital cuyo reverso oscuro lo constituyen la irrupción de las masas en el espacio sociopolítico y socioeconómico, la obsesión maquinista  y el auge de las ideologías extremas, comunista y fascista (ambas se servirán ampliamente, para su expansión, de los nuevos medios, así como de las técnicas de diseño aplicadas a la publicidad y a la propaganda).
 
 


 
la foto procede de aquí
 
 
Aunque es imposible disociar la luz de la oscuridad, nosotros nos quedamos con el estilo, la claridad meridiana y la elegancia. Son otros tiempos, pero hay cosas que se pueden seguir aprendiendo de aquéllos.
 
 

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domingo, 11 de noviembre de 2012

LA FRIVOLIDAD ES COSA SERIA




El dibujo salió de aquí

En tiempos de crisis, son muchos los que tienden a la virtud (y los que regresan al amparo de iglesias, religiones y misticismos varios). "Es hora de tomar conciencia", insisten (como si estuviéramos hablando de un té cargado, o de que uno se ha pasado la vida hasta entonces mirando al tendido). Todo aquello que no escape a semejante propósito queda automáticamente asimilado a escapismo y fantasía. Todo cuanto no se refiera a la crisis resulta de pronto superfluo y prescindible. Y sin duda es cierto que aquellos que lo están pasando particularmente mal no estén para bromas o para tonterías. Lo que engloba, para mucha gente, el cuidado personal, la preocupación por el vestir, la elegancia, o, como es el caso de aquellos que frecuentan ésta y otras páginas del mismo estilo, la pasión por la ropa antigua, por la historia o por el arte en general. En otras palabras, estamos hablando de sensibilidad. Y, sin embargo, y a pesar de lo insensible, absurdo e inútil que pueda parecer el que uno siga empeñado en rescatar trajes antiguos del olvido y darles nueva vida -o muebles y accesorios-, y en seguir viviendo en su particular burbuja de ficción, este hobby (llamémoslo así, aunque es mucho más que un mero entretenimiento, es una forma de vida) representa una fuente inagotable de satisfacciones y una forma de encarar los vaivenes de la dichosa crisis. Primero, porque supone una forma de mantener el ánimo alto, en lugar de hundirse en la autocompasión y el derrotismo: hacer el esfuerzo cotidiano de ponerse guapo/a ante el espejo, de vestir con esmero, planchar una camisa, escoger un pañuelo para el bolsillo superior de la chaqueta o sacarle brillo a los zapatos constituye una excelente gimnasia mental y una demostración de la terca voluntad de salir adelante y no dejarse amilanar por los acontecimientos (en gran medida, sabemos o deberíamos saber que las crisis son ante todo psicológicas); segundo, porque es ropa que suele salir más barata que la adquirida en tienda. Es cierto que, en los últimos tiempos y por efecto de la moda, muchos establecimientos se han dedicado a la explotación de la etiqueta vintage, inflando los precios, pero sigue siendo posible encontrar gangas, aquí y allá. Es cuestión de moverse y buscar. Y seguro que la crisis contribuye, por otra parte, a devolver cierta cordura al sector. Tercero: la implicación en una pasión produce esperanza en la búsqueda y excitación y alegría ante el hallazgo, emociones y sentimientos que nos generan bienestar y nos ayudan a combatir las negras nubes de la desesperación. Puede ser, además, un acicate para ponerse a la tarea -aquel o aquella que no sepan- de aprender a coser para arreglar los posibles desperfectos causados por el tiempo o la malhadada polilla, o para conformar la prenda a nuestras medidas. Una manera estupenda, en suma, de mantenerse activo. Y, cuarto punto, nuestras pasiones -y ésta entre otras- pueden constituir igualmente una fuente de ingresos a medio plazo si somos capaces de ver en qué medida encajan con las necesidades de otros (Internet es una herramienta que nos permite, además, establecer contacto con gente de otras partes del mundo que comparten nuestra pasión. Y quién sabe si de ahí no saldrán viajes, romances u ofertas de trabajo). Huelga decir, para terminar, que fantasear y evadirse durante un rato de la cruda cotidianeidad es asimismo una forma legítima de contrarrestar los golpes de la fortuna. Es verdad que puede ser peligroso si, por mor de su fantasía, uno perdiera totalmente de vista la realidad que lo circunda, pero no lo es menos el pretender ser tan realista pues nuestra mente necesita reposar y evadirse so pena de acabar entre las garras del monstruo siempre acechante de la depresión. De modo que, en definitivas cuentas, la frivolidad es cosa seria. Y necesaria.

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sábado, 10 de noviembre de 2012

The London Vintage Fashion, Textiles & Accessories Fair





 la foto fue hallada aquí



Para los amantes del vintage, Londres es sin duda la meca, el lugar de referencia y de peregrinación obligatoria (a pesar de los precios y de la creciente competencia de EE.UU. y de Francia). El gusto por los disfraces, un acusado sentido de lo excéntrico (lo que se aleja del centro, de lo mediocre), aunado al escaso sentido del ridículo y al amor por el pasado que muestran en general los británicos y, last but not least, la incalculable riqueza acumulada en forma de objetos, ropa, muebles, accesorios, etc., producto del auge de la producción desde el siglo XIX y del poderío del Imperio Británico convergen en una serie de ferias temáticas, auténtico festín para los sentidos. La que traemos hoy a colación es una de las más importantes, la LONDON VINTAGE FASHION, TEXTILES & ACCESORIES FAIR. Un título que lo dice todo. La próxima cita, mañana 11 de noviembre, aniversario del armisticio que puso fin a la Iera Guerra Mundial (una fecha que todo fan de la serie Downton Abbey debería saber). Pero si no pudierais llegar a tiempo, que no cunda el desconsuelo, tenéis otra cita el 9 de diciembre. En el enlace que añado a continuación, encontraréis un calendario para estar al día de futuras convocatorias:

http://www.pa-antiques.co.uk/londonvintagefashionfair.html


Avisados estáis (de todas formas, en ClubBrideshead seguiremos informando acerca de este tipo de acontecimientos). Aprovechad ahora, antes de que la crisis o el fin del mundo nos engulla (y comprobad, de paso, si es cierta la publicidad de la Feria que habla de interesantes ofertas y descuentos).

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sábado, 18 de febrero de 2012

Ralph Lauren, ¿por qué no?

En principio, no tengo intención de hacerme eco de noticias relacionadas con la moda y los diseñadores actuales, entre otras cosas porque no me interesan demasiado. Pero siempre hay cabida para las excepciones (sin que tengan por qué servir necesariamente de precedente) cuando aquellos convergen con mis intereses. Así, parte de la colección que ha presentado Ralph Lauren -uno de los pocos que ha sabido reinterpretar con acierto y gusto el estilo de la época dorada del vestir-, en su último desfile en Nueva York, merece ser tenida en cuenta. Valgan, como botón de muestra, estas fotos que nos enseñan abrigos de solapa ancha (ideales para protegerse de los vientos gélidos) y doble hilera de botones; pantalones bombacho con calcetines de rombos (una prenda muy cómoda para pasear por el campo, a la que soy adicto); trajes tres piezas príncipe de Gales; chaquetas de tweed; chalecos con motivos de nieve y, last but not least, gorras escocesas (otros las llaman "irlandesas") y sombreros:









  

Es de desear que la apuesta de Ralph Lauren por el clasicismo, no exenta de una nota de fantasía (el pantalón de traje cortado según patrón de unos leggins de equitación), ayude a superar complejos y a animar el vestuario, por lo general ramplón y poco imaginativo, de nuestros contemporáneos. Aunque, por estos lares, no estoy muy seguro de que vaya a conseguirlo.

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jueves, 26 de enero de 2012

El vintage está de moda






El vintage está de moda. Esta afirmación que, en el caso de Londres o del Reino Unido, podría resultar irrelevante por obvia, en ciudades como Madrid o países como España, no deja de suscitar cierto sentimiento de incredulidad. ¿Cómo es posible, dado el ostensible desprecio que el español expresa hacia todo lo que considera pretérito, caduco, antiguo, démodé? ¿Cómo compaginar, por otra parte, el vintage con el acendrado sentido del ridículo, el miedo al qué dirán y a distinguirse de los demás que caracteriza a los nacidos en una sociedad tan pacata como ésta? La única respuesta posible es que el tan mentado vintage se ha colado en nuestras calles y en los armarios patrios de la mano de las revistas de tendencias, como moda importada; lo que hay que ser y tener para entrar en la categoría de lo in y lo chic, al dictado de lo foráneo. Si en Londres se lleva, habrá que hacer algo al respecto. No digamos si, al poco, se vio en algún desfile de modas en París o en Milán. Y, así, proliferan como setas, más allá del odioso revival setentero de hace unos años, las tiendas dedicadas a la ropa y complementos de nuestros abuelos, por Chueca, Malasaña y las zonas de Lavapiés y el Rastro (y me refiero tanto a la oferta de segunda mano como a la de imitación, más o menos lograda, de estilos de otro tiempo). Por sus calles se deslizan, armados con mapas proporcionados por algún organismo oficial dedicado al fomento del comercio y el turismo, grupos de adolescentes amantes de la útima moda, el estilismo y el diseño. Aquí y allá se topa uno con alguien que luce una chaqueta de tweed añeja o una muchacha ataviada con un vestido heredado y el ojo agradece sin duda el detalle. Algo, por fin, que se sale de lo común, de la monotonía de la gente vestida en el H&M, en el Zara o en el Corte Inglés; de los insulsos caballeros de uniforme con sus trajes monocromos en azul o gris oscuro (prueba manifiesta de la absoluta falta de originalidad y de imaginación que reina entre los varones); de la tiranía uniformizadora de los blue jeans. Pero son siempre episodios efímeros, meros fogonazos de lo que podría pero sigue sin ser, en la medida en que raro es el caso en que la chaqueta o el vestido añejos no van emparejados con los sempiternos vaqueros, las zapatillas de deporte astrosas, en una tendencia al sincretismo que dice mucho acerca de los límites de la moda y de la estrechez de miras y de comportamiento por parte de aquellos que piensan estar rompiendo moldes por el mero hecho de introducir una prenda anacrónica en su vestuario. Porque más raro todavía, rarísimo, es encontrarse con alguien que haya profundizado en el terreno del vintage, estudiando con rigor el periodo glorioso que va de los años 20 a finales de los años 40 (lo siento por los fanáticos de los 50, pero es ése un decenio que podrá ser sugerente, rocanrolero y vistoso, pero en ningún caso elegante. En cualquier caso, infinitamente mejor que lo que habría de venir después); que haya aprendido las sutiles diferencias entre estilos, se haya enamorado del corte de un traje o un vestido. En definitiva, que haya (re)descubierto el sentido de la elegancia, la belleza en el vestir y tomado la drástica decisión de dedicar a su descubrimiento algo más que un par de perchas en su armario. Y, sin embargo, en ciudades como Londres, Toronto o Nueva York es frecuente cruzarse con hombres y mujeres que viven su día a día vestidos de época, en una consciente y orgullosa regresión a patrones indumentarios y estilísticos de antaño, con lo que conlleva de singularidad, vistosidad, gusto y carácter, pero también de respeto a sí mismo y a los demás. Porque no nos engañemos, será muy cómodo ir por la vida en camiseta y blue jeans ajados, pero el estilo y la elegancia están reñídos con la negligencia y el abandono. Y es el arte en el vestir el que permite disimular defectos, realzar belleza y porte e insisto, distinguirnos de la masa uniformada. Volcarnos, además, en un estilo del pasado es una forma de viaje apasionante que nos lleva a rebuscar en desvanes, arcones, tiendas de segunda mano, en pos de un hallazgo que haga volar nuestra imaginación y enriquezca nuestro vestuario y el abanico de complementos; a visitar a la modista o al sastre -aprender a coser es otra opción, que tampoco se trata de una ingeniería- para adaptar el hallazgo a nuestras hechuras (una forma económica de hacer nuestra la prenda adquirida). También nos empuja a disfrutar de viejas películas y de otras, más recientes (amén de las series de televisión), que recrean la mencionada edad dorada y cuyo valor trasciende sus méritos cinematográficos (a veces, harto discutibles), incrementado por nuestro interés por el atrezzo y los decorados, en busca de detalles.Vestido de época (se sobrentiende, una vez más, el periodo que va de la Guerra del 14 a los años 50), uno se convierte en actor y su vida cotidiana deviene a su vez película. Después de todo, la vida puede no ser sino una suma de placeres fugaces, monotonía y duraderas decepciones; evadirse mediante la ilusión es un recurso legítimo, más sano sin duda que ahogarse en alcohol o sumirse en el infierno de los paraísos artificiales. Y habrá quien, en aras de rellenar el tiempo y despistar al ennui  de vivre se enfangue en lides políticas, se entregue a labores sociales más o menos fecundas o indague en los asuntos del espíritu. Otros, sin duda más frívolos, preferimos dedicarnos a fondo, en nuestro día a día, a las recreaciones, al juego de las apariencias y a los disfraces. Porque, après tout, el vintage puede ser, mucho más que una moda para gente a la última, una elección que se convierta en una divertida, entretenida, incluso apasionante forma de vida, al abrigo del caprichoso vaivén de las tendencias.



"I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."