domingo, 11 de noviembre de 2012

LA FRIVOLIDAD ES COSA SERIA




El dibujo salió de aquí

En tiempos de crisis, son muchos los que tienden a la virtud (y los que regresan al amparo de iglesias, religiones y misticismos varios). "Es hora de tomar conciencia", insisten (como si estuviéramos hablando de un té cargado, o de que uno se ha pasado la vida hasta entonces mirando al tendido). Todo aquello que no escape a semejante propósito queda automáticamente asimilado a escapismo y fantasía. Todo cuanto no se refiera a la crisis resulta de pronto superfluo y prescindible. Y sin duda es cierto que aquellos que lo están pasando particularmente mal no estén para bromas o para tonterías. Lo que engloba, para mucha gente, el cuidado personal, la preocupación por el vestir, la elegancia, o, como es el caso de aquellos que frecuentan ésta y otras páginas del mismo estilo, la pasión por la ropa antigua, por la historia o por el arte en general. En otras palabras, estamos hablando de sensibilidad. Y, sin embargo, y a pesar de lo insensible, absurdo e inútil que pueda parecer el que uno siga empeñado en rescatar trajes antiguos del olvido y darles nueva vida -o muebles y accesorios-, y en seguir viviendo en su particular burbuja de ficción, este hobby (llamémoslo así, aunque es mucho más que un mero entretenimiento, es una forma de vida) representa una fuente inagotable de satisfacciones y una forma de encarar los vaivenes de la dichosa crisis. Primero, porque supone una forma de mantener el ánimo alto, en lugar de hundirse en la autocompasión y el derrotismo: hacer el esfuerzo cotidiano de ponerse guapo/a ante el espejo, de vestir con esmero, planchar una camisa, escoger un pañuelo para el bolsillo superior de la chaqueta o sacarle brillo a los zapatos constituye una excelente gimnasia mental y una demostración de la terca voluntad de salir adelante y no dejarse amilanar por los acontecimientos (en gran medida, sabemos o deberíamos saber que las crisis son ante todo psicológicas); segundo, porque es ropa que suele salir más barata que la adquirida en tienda. Es cierto que, en los últimos tiempos y por efecto de la moda, muchos establecimientos se han dedicado a la explotación de la etiqueta vintage, inflando los precios, pero sigue siendo posible encontrar gangas, aquí y allá. Es cuestión de moverse y buscar. Y seguro que la crisis contribuye, por otra parte, a devolver cierta cordura al sector. Tercero: la implicación en una pasión produce esperanza en la búsqueda y excitación y alegría ante el hallazgo, emociones y sentimientos que nos generan bienestar y nos ayudan a combatir las negras nubes de la desesperación. Puede ser, además, un acicate para ponerse a la tarea -aquel o aquella que no sepan- de aprender a coser para arreglar los posibles desperfectos causados por el tiempo o la malhadada polilla, o para conformar la prenda a nuestras medidas. Una manera estupenda, en suma, de mantenerse activo. Y, cuarto punto, nuestras pasiones -y ésta entre otras- pueden constituir igualmente una fuente de ingresos a medio plazo si somos capaces de ver en qué medida encajan con las necesidades de otros (Internet es una herramienta que nos permite, además, establecer contacto con gente de otras partes del mundo que comparten nuestra pasión. Y quién sabe si de ahí no saldrán viajes, romances u ofertas de trabajo). Huelga decir, para terminar, que fantasear y evadirse durante un rato de la cruda cotidianeidad es asimismo una forma legítima de contrarrestar los golpes de la fortuna. Es verdad que puede ser peligroso si, por mor de su fantasía, uno perdiera totalmente de vista la realidad que lo circunda, pero no lo es menos el pretender ser tan realista pues nuestra mente necesita reposar y evadirse so pena de acabar entre las garras del monstruo siempre acechante de la depresión. De modo que, en definitivas cuentas, la frivolidad es cosa seria. Y necesaria.

"I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."

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