jueves, 17 de octubre de 2013

EL GRAN FIASCO





Reconozco que me hacía ilusión ver la nueva versión de ese clásico imponderable que es El Gran Gatsby. A pesar, incluso, de las malas críticas (véase enlace al final de esta entrada). Tenía claro ya, antes siquiera de haber visto la película, que en nada -que no fuera el dudoso apartado de los (d)efectos especiales- iba a lograr superar la fantástica versión de Jack Clayton, con Robert Redford en el papel del oscuro y "prendado-hasta-la-muerte" Jay Gatsby; Mia Farrow, en plan la tan decepcionada como alocada e insustancial Daisy Buchanan, acosada por l'ennui de vivre, y ese secundario de lujo que es el delicado Sam Waterson haciendo de tercera pata de banco y alcahuete sentimental, en la piel de Nick Carraway (papel que, en mi opinión, constituye el trasunto del propio novelista, siempre a medio camino entre la cima reservada a los ricos y poderosos, y el helado abismo de los perdedores). Pero, a pesar de esa certeza, la sola idea de tener que vérmelas con una recreación del universo estético de la década de los 20 en todo su esplendor lograba mantener la llama del deseo en mi interior. Al cabo de más de dos horas de película, cabe decir que es casi lo único a rescatar. Y, en ciertos aspectos, incluso con reparos, pues el abuso de recursos infográficos empuja, a mi juicio, buena parte de esta versión al pozo tan en boga de las puestas en escena excesivas, con ribetes steampunk, a las que nos van acostumbrando las películas de súper héroes, o las últimas recreaciones de un personaje como Sherlock Holmes (en su caso, con mucho más sentido que en el de Gatsby). 






Manierista en su tratamiento (penosa la escena del accidente que le cuesta la vida a la querida de Tom Buchanan), escasamente estimulante, interpretada con desgana y amaneramiento por un Di Caprio en horas bajas, aquejado de sobrepeso, plagado de tics e histriónico ad nauseam (como refleja el recurso constante a la muletilla, ese irritante "old sport" con que se dirige a todo el mundo, pero muy particularmente al celestino de Nick), la última versión de El gran Gatsby da la impresión de ser, más que una película, un mero escaparate de tendencias de moda retro, al servicio de la industria del ramo. Lo cual no me parecería del todo mal, dada mi propia pasión por la época, si no fuera porque tampoco ofrece mucho más. Personalmente, hallo mayor satisfacción, por lo que a atrezzo y vestuario de época se refiere, en un solo capítulo de Downton Abbey, o de Boardwalk Empire, que en toda la cinta de Baz Luhrmann. Confiemos, sin embargo, que sirva para que algún que otro adolescente (a los que parece va dirigida esta versión) sienta en su alma el aguijón de la curiosidad, y corra a buscar un ejemplar de la novela de Scott Fitzgerald.  





Cabe decir que no son éstas las dos únicas versiones del clásico, ya que, hasta la fecha, son seis las llevadas a la pantalla. La primera, en fecha tan temprana como 1926, apenas un año después de publicada la novela. Es ésta una versión muda, dirigida por Herbert Brenon e interpretada por Warner Baxter, Lois Wilson William Powell, de la que apenas se conservan unos minutos, los correspondientes al trailer



Veintitrés años después, y una guerra mundial por medio, en 1949, se rueda una segunda versión, a cargo de Eliott Nuggent, protagonizada, entre otros, por Alan Ladd, Betty Field, Macdonald Carey y Shelley Winters. Pasó sin pena ni gloria y hoy en día resulta difícil encontrar copias de la misma.

 

La tercera versión es la ya mencionada de Jack Clayton, de la que Tennessee Williams llegó a decir que lograba superar la novela en la que se inspiraba. 

En el año 2000, El Gran Gatsby fue llevado de nuevo a la pantalla, pero esta vez a la pequeña. De la dirección se ocupó Robert Markowitz y los papeles protagonistas recayeron en Toby Stephens, Paul Rudd y Mira Sorvino.





La última de las versiones (G, titulada en España El precio de la ambición, Christopher Scott Cherot, 2002), hasta el fiasco de Luhrmann, no merece ni ser reseñada, en la medida en que, aun pretendiendo inspirarse en el clásico conflicto chico pobre -de gueto negro, para más inri-, enamorado de chica rica, sobre trasfondo hip hop, guarda una relación muy tangencial con la trama original.





En definitiva, varios han sido los intentos de plasmar el fascinante mundo al borde del abismo reflejado por Scott Fitzgerald en su novela, y la complejidad de su personaje principal, pero sólo uno, el de Jack Clayton, parece haber logrado el objetivo. Aunque, como en el caso de Jay Gatsby respecto de su gran e imposible amor, Daisy Buchanan, muchos estén dispuestos a seguir intentándolo, a toda costa, a pesar de todo.

*La crítica dijo:




 "I should like to bury something precious in every place where I've been happy and then, when I'm old and ugly and miserable, I could come back and dig it up and remember."

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